domingo, 12 de abril de 2009

Y EL MAR SE LLENÓ DE MÚSICA... 21 de Noviembre,2004

El sábado 20 desde muy temprano, el movimiento era inusitado en el Yatch Club de La Punta. Una gran cantidad de embarcaciones de todo tamaño estaban siendo ubicadas frente al club cuyo comedor y terraza están completamente sobre el mar en el extremo de su muelle. Los veleros y yates mas pequeños ocupaban una primera fila, completamente pegados uno al otro y tras ellos, dejando un canal de circulación se anclaron los yates y veleros medianos, detrás los mas grandes y finalmente los yates de pesca y paseo con cabinas elevadas

A las 5 de la tarde, el espigón, la terraza y los embarcaderos estaban repletos de gente que se trasladaba a sus embarcaciones con familiares y amigos. Anocheció en medio de un ir y venir de las lanchas de embarque. Marinés y yo junto con varios amigos, estábamos invitados al Counterpoint, el velero de Tato Heinrich y su esposa Roxana. Su hija mayor y un grupo de amigos y amigas se embarcaron también y ocuparon gran parte de la cubierta. El bullicio de cientos de personas a bordo de sus naves, amarradas una junto a la otra y las alegres conversaciones entre brindis y piqueos fueron interrumpidos a las 7 de la noche cuando se escuchó por los altoparlantes el pedido de apagar los motores, las radios y los celulares. Se iba a dar inicio a un espectáculo inolvidable.

El cielo despejado y con una nítida media luna permitía ver un bosque de mástiles de los veleros dispuestos en forma de anfiteatro alrededor del comedor del club cuando se escucharon las primeras notas de la obertura “La urraca ladrona” de Rossini. La Orquesta Sinfónica de Lima bajo la dirección de Luis Beteta Solano iniciaba una novedosa presentación sobre al mar de La Punta en una función a beneficio de la obra fundada por la Madre Teresa de Calcuta, la casa hogar de las Hermanas de la Caridad en Lima.

La orquesta ocupaba por completo el comedor sobre el mar cuyas mamparas frontales de vidrio habían sido retiradas. Y el mar se llenó de música..., y mantuvo la calma suficiente para que pudiéramos disfrutar del concierto mecidos suavemente por las olas como llevando el compás. Confabulado con la brisa –que nos traía el sonido con extraordinaria nitidez- y con la luz de la luna –que delineaba las siluetas de las naves- el mar se veía grandioso.

La visibilidad era bastante buena, pero la acertada instalación de una pantalla gigante permitió a los espectadores en las naves mas lejanas observar los detalles de la ejecución musical y apreciar con mucha claridad la actuación del solista Juan Antonio de Dompablo dueño de una hermosa y potente voz que arrancó muchos aplausos.

Entre la música de Donizetti –Una furtiva lágrima- y Puccini –Nesum dorma- fue intercalada la obertura “María” de Leonard Bernstein (West Side Story) y también “Con te partiro” de Francesco Sartori.

Llegada esta parte del concierto los espectadores estábamos seguros de que el viento –que nos traía la música- no permitía que a la orquesta le llegaran nuestros aplausos así que estos fueron reforzados con los sonidos de las sirenas de los yates y con el lanzamiento de coloridas luces de bengala y en el intermedio no faltó algún espontáneo que emocionado hiciera demostración de su voz.

En la segunda parte, la “Suite N° 1” de la ópera “Carmen” de Bizet, y un vals de Strauss hijo, precedieron a una muy aplaudida selección de la música de las películas de “La Guerra de las Galaxias” (Star War) de John Williams y a música peruana –valses, polka y marinera- para cerrar con la “Obertura Solemne” 1812 de Tchaikowsky.

Desde el mar podíamos ver a muchos habitantes de La Punta disfrutando del evento, unos asomados a ventanas y balcones y otros llenando las terrazas de los clubes vecinos y al terminar el programa nos sentimos realmente privilegiados, pero llegó la hora de desembarcar para asistir a la cena danzant y eran muchas personas a la vez para las lanchas de servicio. Las damas empezaron a sacar cuentas del tiempo que tardarían en bajar pero Tato, intrépido capitán del Counterpoint, les ofreció llevarlas en el velero hasta el muelle.

¿Se puede hacer eso? Preguntó Marinés incrédula.
Tato si puede. Le respondí, mientras soltamos las amarras y me quedé en proa vigilando.
...y mientras todos los asistentes esperaban impacientes su turno de desembarcar, el Counterpoint recorrió los estrechos canales de separación entre las filas de yates amarrados en medio de los gritos y los saludos de los amigos de otras embarcaciones, hasta llegar suavemente a acoderar en el muelle.
Fuimos los primeros en llegar a la cena y acomodarnos en nuestra mesa con tiempo. La asistencia fue mucho mayor de la prevista... y los ingresos para las Hermanitas de la Caridad también, pero la terraza se llenó y el club tuvo que improvisar mesas a lo largo del espigón, mientras nuestro alegre y bullanguero grupo estuvimos perfectamente ubicados junto a la pista de baile y el buffet sacándole el jugo a ambas cosas hasta la madrugada.

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