domingo, 12 de abril de 2009

…Era una carita feliz 15-Set-2006


La tarde del sábado pasado, Arounne, nuestro perro Rottweiler dejó de comer. Tenía náuseas pero apenas podía expulsar algo de saliva mezclada con jugos gástricos. Podía tratarse de una indigestión severa ó un gran empacho así que por recomendación del veterinario le administramos Agarol -un lubricante intestinal en base a aceite mineral con algo de laxante- y lo hicimos caminar por el parque. Al día siguiente no había mejoría y aunque los síntomas indicaban una obstrucción intestinal, las radiografías con bario no reflejaban la causa ni el lugar exacto. Algunos perros al jugar ó hacer travesuras se tragan alguna piedra ó un trozo de ropa ó de manguera de jardín pero no aparecía ningún cuerpo sólido.

El lunes, mis hijos, desde sus oficinas llamaban continuamente para saber el estado de su mascota. Marinés quien nunca tuvo mucha atracción por los perros, estaba tristísima pues Arounne ha sido el único que le despertó ternura desde que era un cachorrito. El médico, temiendo un tumor, recomendó operar para buscar el motivo antes de que el pobre animal se debilite demasiado pues se negaba a tomar agua y alimentos.

Nuestra preocupación era grande pues esta cirugía llamada laparotomía siempre conlleva el riesgo de una peritonitis al llegar hasta el intestino para investigar la causa de la obstrucción. Para eso será necesario cortar el músculo abdominal y por tratarse de un perro grande y forzudo de 6 años de edad, nos hace pensar también en su convalecencia y las molestias que le causarán los puntos de sutura de semejante músculo, pero no quedaba otra opción.

Mi hijo Roberto –quien es el dueño del perro- y yo observábamos la preparación para la cirugía conversando con el médico y su asistenta quienes -mientras surtía efecto la anestesia- nos explicaban el procedimiento. A pesar de estar semi-inconciente y firmemente amarrado a la mesa de operaciones, al escuchar nuestra voz, Arounne luchaba contra la droga se rehusaba a dormir. Con la fuerza de sus patas dobló la cánula de la línea de suero con anestesia y hubo que buscar otra vena mas alejada de su articulación para continuar administrándolo. En ese momento llegaron mi hija Mariana con Guillermo -su novio- y al poco rato llegó también mi hijo Fernando. Tuvimos que alejarnos lo más posible de la sala de operaciones para que el perro no nos escuchara hasta quedar totalmente dormido.

La primera incisión exploratoria fue pequeña, lo suficiente para que la mano –también pequeña- de la veterinaria asistente ingresara al vientre y mediante palpación constatara que ni en el estómago ni en las primeras zonas del intestino delgado había obstrucción. El cirujano decidió abrir un poco más y al palpar el final del intestino delgado –el íleon- en la unión con el intestino grueso, detectó una pequeña tumoración pero del tamaño suficiente para causar tremendo trastorno.

Para no contaminar el peritoneo, el cirujano eventró esa pequeña porción de intestino y ya fuera le hizo una pequeña incisión. Al abrirlo vió y nos mostró algo que nos dejó a todos boquiabiertos… era un smile…si una carita feliz que aparecía en la incisión sobre un tumorcito color piel. Lo extrajo, lo lavó para retirar mucosidades y excremento y apareció la sonrisa limpia y nítida. Un smile impreso sobre una pequeña pelotita de jax color carne de solo una pulgada de diámetro.

El ambiente en la sala de operaciones se relajó. Todos pusimos la misma expresión de la carita feliz al saber que no era un tumor maligno. Pasó el susto pero seguimos sin saber como llegó la pelotita de jax hasta allí y porqué no aparece en las radiografías. Arounne está acostumbrado a jugar con pelotas de caucho del tamaño de su tremenda boca, justamente para prevenir un atoro, asfixia ó una obstrucción pero es posible que a alguna niña del vecindario se le haya caído la pelotita de jax rebotando en nuestra terraza ó el jardín y el perro, tratando de atraparla con la boca se la hubiera tragado.
Después vino lo más laborioso y extenuante para los cirujanos, la sutura. Primero coser el intestino, luego coser el durísimo músculo del abdomen y finalmente la piel. Ahora sabemos que un tremendo Rottweiler tiene un intestino tan delgado que una pequeña pelotita de jax, aunque tenga un smile encima, pudo habernos quitado la sonrisa por mucho tiempo. Hoy Arounne ha recuperado el apetito y la alegría pero aún necesita cuidado y mientras escribo esta crónica está recostado a mi lado, con un tremendo collar isabelino que cubre su cabeza y que impide que su boca llegue hasta la herida en cicatrización.

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