domingo, 12 de abril de 2009

Travesía y travesuras Junio del 2005

La invitación para la regata de Junio suena atractiva para los veleristas. Un amplio recorrido de mas de 60 millas náuticas con rumbos muy variados y luna llena. Una nutrida reunión de capitanes augura una interesante competencia. Son 17 veleros inscritos para la regata nocturna listos para partir de La Punta hacia los bajos del Camotal y virar hacia el sur junto a la isla San Lorenzo rumbo a Chorrillos y desde allí virar casi en redondo hacia el noroeste para bordear el islote Palominos y dirigirnos hacia las islas de Ancón, al noreste bordear la Isla Grande y retornar a La Punta.

El año pasado en el Counterpoint navegamos este recorrido en casi 17 horas y llegamos a Lima a almorzar. Es viernes 24 de Junio; son las 8:00 de la noche y aunque el cielo nublado no deja aparecer la luna llena, el viento está aumentando su fuerza anima a los navegantes. Se da la partida para los veleros mas antiguos y menos veloces. Treinta minutos mas tarde partimos el resto de veleros algo mas modernos. El velero Mai Hai cruzó la línea de partida primero pero antes de la señal y tuvo que regresar a regañadientes por orden del juez de regata dejándonos el camino mas limpio. Tato, nuestro capitán, está al timón.

Pasamos cerca de los bajos del Camotal sin dejar ni un segundo de observar el medidor de profundidad. En la anterior travesía con marea mas baja raspamos fondo con el quillote y luego de una brusca frenada salimos al pasar la ola y pudimos continuar. En otra ocasión, el velero Hawk , el más grande y de mayor calado de la flota peruana de competencia, se acercó demasiado a los bajos y se quedó encallado. Tuvo que prender su motor é inclinar su nave para poder salir y quedó descalificado. Esta vez la marea está mas alta pero está sumamente oscuro y estos bajos que separan la amplia bahía de Chorrillos con la del Callao, cambian de lugar pues reciben olas de ambos lados. Cuando la corriente y las olas del sur están mas fuertes, los bajos se mueven hacia el norte cerca de nuestro rumbo.

La profundidad empezó a aumentar. Pasó el peligro de los bajos y seguimos directo hacia la isla San Lorenzo. El viento no está muy fuerte pero pegado a la isla el viento sopla generalmente con más fuerza y muy cerca de sus orillas viramos hacia el sur. Antes de dirigirnos a Chorrillos debemos pasar por detrás de Peña Horadada, un islote sin faro frente a las costas del distrito de San Miguel. Se nos hace difícil divisarlo y la que brilla por su ausencia es la esperada luna llena. Aunque sabemos que nuestro rumbo es el correcto, el islote no se ve y no debemos acercarnos demasiado pues las rocas generan mucha corriente contraria y las olas que rebotan en ellas hacen mas lenta y difícil la navegación. Al poner la proa hacia Chorrillos divisamos la peña que interrumpe con su lúgubre silueta las luces de la costa. Estamos en la altura adecuada para pasar sin problemas. Divisamos la luz de los mástiles de un grupo de veleros muy cautos que se fueron demasiado hacia mar aumentando la distancia a recorrer. Otro grupo viene mas cerca de tierra y deberán hacer un viraje para bordear por detrás la Peña Horadada. Nuestra ruta es la más corta y nos vamos adelantando. La oscuridad le da a los islotes un aspecto tétrico. Cuando el acostumbrado cielo gris de Lima nos ha regalado la rara oportunidad de navegar con luna llena despejada, el espectáculo es bellísimo. Se aprecian las aves y los lobos marinos que descansan en las rocas, la fosforescencia de las olas del mar, los delfines que se acerca a los veleros a velocidad de torpedos y que cruzan por la proa ó sumergiéndose rápidamente pasan por debajo del casco y las filas de gaviotas que descansan flotando en el mar. Hoy no tenemos esa suerte.
Antes de llegar a Chorrillos hemos dado alcance a varios veleros que partieron en el primer grupo. La boya de viraje está frente al muelle del Club de Regatas Lima que luce totalmente iluminado. Es hora de enrumbar al noroeste hacia el islote Palominos, izar el spinaker y alejarnos de la costa. Luis, Jaime y Carlos Durand maniobran en la proa con la ayuda de Jean Pierre que regatea por primera vez. Renzo y Coqui manejan la escota y la braza del spinaker para inflarlo con rapidez. La maniobra salió bien y una vez estabilizado el rumbo todos vuelven a su lugar. Y es hora de cambio de turno de la tripulación. Tato se va a descansar y yo quedo al timón. El viento sigue soplando moderadamente y seguimos alcanzando al resto de veleros del primer grupo. Aunque seguimos adelante en nuestra categoría somos cuatro los veleros cercanos en la pelea. Por momentos el viento cambia bruscamente de dirección y baja su fuerza obligándonos a ajustar velas y rumbo, pero en poco tiempo se recupera. A medida que nos alejamos de la bahía de Chorrillos, el mar se torna mas movido y los tumbos mas altos pues ya no tenemos la protección del Morro Solar ni de la isla San Lorenzo. Hay que contrarrestar permanentemente con el timón el efecto del tumbo que se dirige hacia la costa y nos empuja en diagonal. Renzo y Coqui no descuidan un segundo el ajuste del spinaker.

Llegamos al islote Palomino –detrás de San Lorenzo- como a la una de la madrugada, tratando de no pegarnos mucho a él pues el viento está disminuyendo y el islote funciona como una pared que corta el aire del sur. Si caemos detrás del islote podemos quedarnos sin viento así que mantenemos nuestro rumbo al noroeste un tiempo más. Es hora de cambio de turno y de entregar el timón. Tato retoma el mando y yo me voy a dormir un rato. Estoy rendido pues los dos días anteriores y el mismo día de la competencia tuve bastante trabajo y pocas horas de sueño. Pero antes, Claudia y Ana María me ofrecen una lasagna recién salida del horno de la nueva cocina a gas que está de estreno. Los tripulantes nos hemos repartido la responsabilidad de los víveres. Jaime se ha encargado del ron y del hielo, Luis y Jean Pierre del jamón, del queso y del pan. Carlos del Vodka y el jugo de naranja, Coqui de las bebidas gaseosas, Renzo del Whiskey y yo de las sopas instantáneas, los snacks y la mantequilla. Ahora que repaso ¡cuánto trago hay en este velero! ¡Con razón queremos volver a subir a pesar de estas gélidas y húmedas madrugadas en el mar!

La temperatura ha bajado bastante pero estamos bien abrigados por dentro y por fuera. Debajo del uniforme de nuestro equipo que ya es abrigador, yo llevo un pantalón de tela polar y bajo mi gorra náutica llevo un chullo de lana que me cubre hasta las orejas. Con mi chalina de alpaca cubriéndome la cara me quedé profundamente dormido en la cubierta. Cuando abro los ojos ya esta amaneciendo. Son las cinco de la mañana y estamos flotando en medio de una bruma espesa, bamboleándonos sin avanzar en medio de una calma total. Durante mis cuatro horas de sueño deberíamos estar cerca de Ancón pero no es así. El clima nos ha hecho una travesura. El viento desapareció de golpe mientras yo dormía y seguimos detrás de la isla San Lorenzo sin sobrepasar el cabezo norte. Coqui y Tato se están alternando el timón pues esta calma adormece. Muchos veleros han desertado ante la prolongada calma y han informado por radio que regresan a motor a La Punta, pero los cuatro que quedamos estamos muy juntos flotando en la niebla tratando de mantener la proa en el rumbo adecuado.

Podemos aprovechar la inactividad náutica para desayunar sin apremios. Tenemos biscochitos, sandwichs de jamón y queso, jugo de naranja y café hirviendo pues la cocina funciona de maravillas. Terminamos el desayuno y el velero solo avanza movido por las olas y la corriente que va hacia el sur. El viento sigue sin aparecer mientras el mar nos hace otra travesura y se empieza a tornar movido. El mástil se bambolea y las velas pasan de un lado a otro sin control obligándonos a fijar sus escotas. La veleta gira en círculos, el balanceo del bote continúa, a algunos nos causa mareos y náuseas hasta que el desayuno termina en el mar.

Recién a las ocho de la mañana aparecen las primeras brisas, el velero se estabiliza un poco, ya podemos gobernarlo, empezamos a alejarnos de la isla San Lorenzo lentamente y sentimos que nos vuelve el alma al cuerpo. ¡Que bien me siento con el bote estable y después de vomitar! ¡La brisa me da en la cara y hasta estoy recuperando el apetito! .
Pero el viento es aún muy suave y la hora estimada para llegar a la Isla Grande de Ancón es pasadas las dos de la tarde. Sin embargo el velero Hawk, de Javier Arribas, moderno, liviano y con gran área de vela, con la primera brisa se adelantó rápidamente y desapareció de nuestra vista. El Papirus de Alfonso Bringas, moderno racer más pequeño que el Hawk, pero de la misma generación, generalmente es mas veloz que el Counterpoint, sin embargo no logra despegarse y junto con el Sestri de José Luis Canessa, un Hunter mejorado, continuamos los tres muy cerca.

Felizmente trajimos suficiente comida pues las horas van pasando y con las islas de Ancón a la vista a todos se les abrió el apetito. Hace bastante frío y nos caen de perillas las sopas Wantan instantáneas en vaso de teknopor. Ponemos el agua hirviendo dentro del vaso, lo tapamos por tres minutos y listo...a saborear. Estamos tan recuperados que hasta nos hemos tomado fotos todos sonrientes. Bordeamos las islas de Ancón y ya estamos de regreso pasando frente a la Playa de la Marina luego de haber perdido un poco de velocidad tras unos islotes. Los otros dos veleros que quedan se nos han adelantado un poco. El Sestri ha hecho una gran regata pues es mas pequeño que nosotros. El Papirus está delante pero considerando su rendimiento habitual está muy retrasado.

Son las 5 de la tarde del sábado. Ya estamos frente al balneario de Santa Rosa cuando una nueva travesura del viento nos detuvo otra vez. Nuestra hora de llegada es cada vez mas incierta. Coqui y Ana María tienen hijos chicos y organizan a su ama a través de su teléfono celular. El viento ha disminuido tanto que avanzamos a menos de una milla por hora. Según el nuevo cálculo, si el viento se mantiene así, podríamos llegar al Callao al día siguiente a las 8 de la mañana. Con los vientos promedio hacemos el mismo recorrido en tres horas y ahora podemos tardar 14. ¡Paciencia! Todavía tenemos bebidas, snacks, fruta y un resto de lasagna.
¡Esperemos un poco más! Pero empezó a oscurecer, seguimos parados y tenemos que atravesar la costa de Ventanilla que en días como este tiene la mayor calma de todas. El velero empezó a retroceder con la corriente y las olas acercándonos hacia la playa. Aunque aún no hay peligro, la niebla continúa y no augura que el viento mejore. No queda mas remedio que abandonar y prender el motor. Después de tanto esfuerzo tuvimos que anunciar por radio ¡Counterpoint abandona!

Definitivamente no es nuestro día porque prendimos el motor y enrumbamos hacia La Punta y apenas salimos de la calma chicha de Ventanilla cuando la cabina se empieza a llenar de humo. Tato está adentro. Apagamos el motor y empezamos a llamarlo temiendo que el humo lo intoxique. Decidimos entrar a sacarlo cuando aparece su cabeza entre el humo y dice: no se preocupen, es vapor de agua. Se rompió una manguera de enfriamiento del motor. Esta vez era el motor el que nos hacía travesuras. Creo que está celoso del nuevo horno y quiere demostrar que también calienta.
Pero mientras Tato buscaba una manguera de repuesto y estudiaba como reparar la avería, mágicamente apareció el viento frente a las costas de La Pampilla y el aeropuerto. Un viento franco, decidido, invariable que nos llevó hasta el puerto en un dos por tres. Para nosotros ya era tarde pues habíamos abandonado. De los 17 que partimos, solo tres veleros completaron la regata. Así es el mar y así es el viento. Otra vez será.

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