domingo, 12 de abril de 2009

COLOR DE HORMIGA

El viernes 22, tras una semana de arduo trabajo y ante la imposibilidad de tomar vacaciones para eliminar tensiones, me cayó a pelo la invitación de Tato Heinrich para participar en la regata de veleros cruceros como tripulante de su velero Counterpoint de 42 pies de eslora para encargarme del spinaker, enorme y colorida vela aglobada de proa y que se usa principalmente cuando la embarca ción recibe el viento en la popa. El manejo de esta vela muy grande y delgada requiere de constante ajuste y permanente orientación a la dirección del viento para mantenerla siempre bien inflada. Yo había manejado este tipo de velas muchas veces pero en embarcaciones mas pequeñas de 35 y de 24 pies en las que he competido durante años y conocía perfectamente sus aparejos y sus maniobras, así que acepté gustoso. Será una agradable experiencia, pensé.

A las 8 de la noche éramos siete veleros en la partida y las cosas se complicaron un poco. Tres veleros se nos adelantaron porque, a oscuras, a todos nos costó más ubicar las poleas, escotas y drizas correspondientes a cada vela y más para mí, que era nuevo en esta nave. La distancia a recorrer con viento en popa serían mas 70 Km. desde el Callao hasta Chancay frente a cuya costa se encuentra la primera marca a bordear, el “Islote Pelado”. Fueron 12 horas de uso ininterrumpido del spinaker durante toda la noche, pues bordeamos el islote a las 8 de la mañana del sábado. Nuestra frecuencia radial usual había sido invadida por radio operadores de embarcaciones pesqueras y de carga que dificultaban nuestra comunicación y más aún nuestra concentración por ello el capitán decidió apagar el radio.

En la madrugada cuando por momentos el sueño me vencía, me paraba entre los dos obenques, enormes cables de acero que sujetan el mástil desde lo más alto hasta la cubierta. Desde allí, abrazado a ellos, podía vigilar mejor que el spinaker se mantuviera inflado y no caer con los jalones de la escota de la vela . El timonel Tato Heinrich, navegante experimentado y que conoce muy bien su velero, mantuvo acertado el rumbo con el apoyo Ian Leigh, un joven tripulante piurano muy entusiasta y eficiente, operador del GPS y cartas de navegación. El GPS , instrumento de increíble precisión es un posicionador global por señales de satélites, que nos indica en todo momento nuestra ubicación y la distancia exacta de la embarcación con respecto a los puntos de partida y de llegada ayudándonos a corregir las pérdidas de rumbo causadas por las ráfagas de viento y las corrientes marinas. ¡Qué perfectos hubieran sido los mapas de Americo Vespucio con uno de estos aparatitos!.

Ian Leigh dictó bien el rumbo, Tato llevó bien el velero en el rumbo dictado y los encargados de las velas las mantuvimos bien infladas toda la noche porque amanecimos el sábado exactamente frente al Islote Pelado y delante de dos de los tres veleros que partieron delante nuestro en El Callao. Esa madrugada, el único velero que amaneció apenas delante nuestro se llama precisamente “Madrugada” y navega muy bien con viento en popa, pero no tardamos en alcanzarlo para tomar la punta sin perderla en el resto de la competencia.

Nos extrañó que no hubiera la usual calma del amanecer y que suele prolongarse hasta las 9 ó 10 de la mañana. El viento continuó soplando parejo. La siguiente marca a bordear fueron las Islas Hormigas , grupo de islotes, algunos tan bajos y pequeños que dan origen a su nombre y que con marea alta algunas desaparecen bajo el agua convirtiéndose en peligrosos escollos. Esta vez, felizmente las bordeamos de día. A estas islas llegamos a las tres de la tarde, sin sospechar que a partir de ahí, la situación se tornara color de hormiga. Apenas las bordeamos, el viento empezó a soplar con más fuerza. Faltaban 65 Km. más hacia el este para llegar a la meta en El Callao cuando el mar empezó a embravecer, primero con una chupina de forma muy irregular y luego las olas fueron creciendo y tomando una secuencia algo más definida. El viento soplaba como nunca y la velocidad del velero era impresionante. Nos emocionamos al calcular que a ese ritmo batiríamos el record de tiempo para la distancia de esta regata, pero las olas seguían creciendo y empezaban a pasarnos por encima. El timonel se esforzaba en trepar las olas é impedir que al golpear el costado de la nave, nos empapara.


Nuestra vela de proa, la genova, tenía una pequeña rasgadura producida horas antes al rasparse con la cruceta durante un viraje. El viento fuerte y rafagoso acrecentaba el desgarro poco a poco y amenazaba con romperse completamente. Era necesario cambiarla por un foque que estaba guardado abajo, en el camarote de proa. Para recogerla, acompañé hasta allí a Tatsuya Shimizu, un minucioso y disciplinado tripulante japonés encargado de las operaciones de proa. Abajo el velero se sentía como una coctelera y cuando regresamos a la cubierta con la vela, estábamos completamente mareados. Avanzamos tambaleando hasta la proa para arriar la vela rota é izar la de repuesto mientras recibíamos las olas que a pesar de la destreza del timonel, chocaban con la embarcación. Agachados en el extremo de la proa, colocando la nueva vela en el riel, con el agua que nos caía por encima en cada encabuzada colándose por el cuello de la casaca impermeable, estábamos totalmente mojados y tiritando. Apenas terminamos la operación y como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, nos tiramos boca abajo con la cabeza fuera de la borda y vomitamos hasta el alma. Todavía faltaban 4 horas para llegar al Callao y nuestras caras verdes por el mareo contrastaban con las manos moradas por el frío.

El viento y el mar recién se calmaron al abrigo de la Isla San Lorenzo que es una barrera protectora de la bahía del Callao. Al arribar nos enterarnos que horas antes de la marejada se había producido un terremoto con epicentro frente a las costas de Arequipa. Mientras nosotros nos dirigíamos a La Punta en El Callao, un tsunami barrió otro balneario con el mismo nombre en las playas de Arequipa. En La Punta, cerca de Camaná no quedó nada en pié.
Sin celebrar el triunfo, nos fuimos cada uno rápidamente a casa donde nos esperaban con preocupación, pues parte del Callao había sido preventivamente evacuado por la braveza del mar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario