domingo, 12 de abril de 2009

EL CANDELABRO DE PARACAS Octubre del 2003


Tenía mi maletín preparado desde dos días antes de la regata anual de veleros cruceros en Paracas. El viernes, apenas llegué del trabajo, revisé que no me falte nada importante, subí el maletín al auto y en la estación de servicio llené el tanque de combustible, compré unas bolsitas de piqueo, galletas, bebidas y partí hacia el sur a las 6 en punto de la tarde.

Luis, un amigo miembro de la tripulación que había tenido una convención de su empresa en Lunahuaná en el valle del río Cañete, me esperaba en la carretera en el restaurant El Piloto. Lo recogí a las 7:30 pm y de inmediato continuamos viaje.

A partir de Cañete, el tráfico se puso pesado pues allí termina la autopista y continúa una delgada carretera de doble vía que sube serpenteando hasta las pampas altas de Chincha y baja luego abruptamente hasta la enorme playa de Jahuay –así se escribe, con J y con H- repleta de granjas avícolas, para volver a subir hasta la ciudad de Chincha, congestionada de moto-taxis y pequeños autos Tico, casi como una plaga de langostas.
Pocos minutos después dejamos atrás el cruce de la entrada a la ciudad de Pisco, pasamos la enorme fundición de acero y atravesamos el desierto que separa la carretera Panamericana Sur de la hermosa bahía de Paracas.

A las 9 de la noche estábamos cenando un chupe de lenguado en el Chaco, puerto de pescadores vecino al balneario de Paracas, en el famoso Restaurant “El Chorito” que durante la temporada es además bodega, bar juvenil y alojamiento económico. Hicimos tiempo conversando y viendo televisión para esperar a algunos tripulantes más que llegarían esa misma noche y entre ellos, Claudia que nos alojaría en su casa de playa. El velero que había salido dos días antes del Callao, ya estaba anclado en la bahía listo para competir el sábado y el domingo. Como nuestros compañeros tardaban en llegar y se nos cerraban los ojos de sueño, decidimos dormir en el Hotel Mirador y encontrarnos con ellos al día siguiente.

Por su ubicación en la parte alta, a la entrada del camino al balneario, este hotel tiene una vista espectacular de la bahía y al amanecer pude grabar lindas tomas en video. Las habitaciones no son nada del otro mundo, pero son limpias, la cama es cómoda y el desayuno es bueno.

Llegó el momento de embarcarnos; la tripulación completa estaba en el muelle. Amaneció con viento del norte pero mientras el juez ponía las boyas y se ubicaba en el punto de partida, comenzó a entrar el viento del sur y obligó a aplazar unos minutos la partida hasta que entrara con mas fuerza. Todos los veleros prepararon sus maniobras para partir de Paracas hacia el norte, rumbo a las Islas Chincha, con viento en popa y los spinakers inflados. Se dio la partida y dos minutos después, súbitamente el viento del sur desapareció y volvió a entrar el viento norte. Con rapidez bajamos la enorme vela de proa y subimos la vela de ceñida casi contra el viento. Todo el trayecto hacia las islas Chincha tuvimos el viento en contra. Al llegar a estas islas viramos hacia el oeste, rumbo a las Islas Ballestas y extrañamente en ese momento el viento cambió de rumbo y nuevamente se puso en contra de los veleros.
Continuamos en contra del viento y al llegar a las Ballestas viramos hacia el sur de regreso hacia Paracas y por unos minutos navegamos a gran velocidad cuando de pronto, al pasar frente a la enigmática figura del Candelabro de Paracas el viento desapareció y nos quedamos flotando a merced de la corriente que lentamente nos hacía retroceder. Viento cero justo en el famoso lugar del cruce de los vientos huracanados ó paracas que dan su nombre a la bahía. Todos los veleros fueron llegando a este lugar donde la calma nos retuvo hasta el anochecer. Una de las varias leyendas sobre el Candelabro sostiene que esos símbolos significan “VIENTOS CAMBIANTES”.



Hace poco tiempo, la figura del enorme candelabro fué dañada por unos irresponsables estudiantes de una academia pre-militar quienes no tuvieron mejor idea que escribir sobre ella con grandes piedras,el nombre de su instituto. Indignados, observamos lo que parecía ser un daño irreversible y mientras las autoridades, tras retirar las enormes piedras, discutían la mejor forma de rehabilitar la figura, un viento huracanado -la típica Paraca que da su nombre a la bahía- sopló sobre la zona y mágicamente el Candelabro apareció resanado totalmente. El secreto de la construcción de esta figura y las famosas Líneas de Nazca es que el viento las repara y acentúa.



Hacia las 7 pm ya habíamos dado cuenta de los quesos, los piqueos, el ron, las bebidas gaseosas y hasta la fruta pero el velero continuaba casi inmóvil. Estábamos a punto de abandonar y prender el motor cuando divisamos a lo lejos que algunos veleros que paseaban por la bahía tenían las velas infladas y navegaban con velocidad, pero curiosamente en el momento de dirigirnos de regreso hacia el sur, el viento volvió a ponerse en dirección contraria obligándonos a llegar a Paracas en contra del viento. Curiosamente, cada vez que debíamos cambiar el rumbo, el viento también lo hizo pero en dirección contraria.


Con mucho trabajo y haciendo innumerables virajes, llegamos a puerto y la directiva de la Asociación de Veleros Oceánicos nos estaba esperando con unas carnes a la parrilla y un espectáculo de música, canto y baile negro. Sin duda una excelente manera de recuperar energías y fomentar la camaradería al compás de las guitarras y el cajón.

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