domingo, 12 de abril de 2009

TAN CERCA PERO …TAN LEJOS




Son las 8:30 de la mañana del domingo 7 y llevamos más de doce horas sin comer. Al fondo de una quebrada, a lo lejos, se distinguen unas casitas entre los árboles y el humo de una cocina de leña. Hemos tenido que bajar del microbús destartalado que nos traslada al pueblo de San Miguel de Malvas porque con el exceso de peso se apaga el motor en las cuestas mas empinadas. La parrilla sobre el techo está repleta de maletines con el equipaje, una compresora de aire, equipos médicos, anteojos y medicinas y el peso es excesivo para las cerradas curvas de la trocha. También tuvimos que bajar antes de algunas curvas muy cerradas y llenas de baches y piedras.

El presidente del Club de Leones de Huarmey, quien nació en el pueblito de San Miguel, nos ha convocado a un grupo de médicos y a mí para realizar una jornada médica gratuita durante el feriado largo por el día de La Inmaculada Concepción. Los informes previos indican que esta población necesita atención especializada principalmente en Odontología, Oftalmología y Medicina General y ahí vamos con nuestros equipos, cuatro odontólogos, un médico general, un oftalmólogo y yo, con mi óptica ambulante.


Anoche a las 7 salí de casa hacia el terminal de buses de Fiori en la Panamericana Norte. Pensé comer algo en la estación ó en el camino pero en el primer caso la comida no era de fiar –menos si el viaje es largo- y en la carretera fue imposible pues el bus solo se detuvo para recoger a vendedores ambulantes de dulces caseros y rosquitas de baja calidad y peor salubridad.

Subimos al bus para Huarmey a las 10 de la noche pero sólo partirá cuando esté lleno y esto sucedió recién a la medianoche. El chofer maneja despacio –lo que nos tranquiliza- pero en la ruta bajan y suben pasajeros y vendedores de gaseosas y comida así que no puedes descuidar ni un segundo tu equipaje de mano. A las cinco y media de la madrugada llegamos a Huarmey a un poco más de 300 kilómetros al norte de Lima. Tras comprar unos paquetes de galletas y unas bebidas, cargamos todo de forma muy rudimentaria en las pequeñas parrillas posteriores de cuatro mototaxis y nos trasladamos hasta la estación del microbús a San Miguel. Increíblemente todo el equipaje llegó completo. Estando todo tan a la mano de cualquier transeúnte, sin amarras y a oscuras, temíamos perder algo pero tuvimos suerte.

Recorrimos 75 kilómetros para llegar de Huarmey hasta San Miguel, un pequeño pueblo sobre un río aún más pequeño, afluente del río Malvas, a su vez afluente del río Huarmey.

Una serpenteante, empinada, pero buena pista asfaltada de penetración hacia la cordillera negra auguraba un mejor final del viaje pero tras una hora de viaje para recorrer los primeros 40 kilómetros se derrumbaron nuestras ilusiones. Terminó el asfalto y entramos a una trocha angosta y en mal estado. Faltaban solo 35 kilómetros para llegar hasta San Miguel pero tardamos dos horas y media más.

Pasadas las nueve de la mañana del domingo ya estamos, por fin, en el destino. Instalaremos los consultorios en las aulas del colegio del pueblo pero es feriado y hay que ubicar al profesor que tiene las llaves para guardar todo antes de tomar nuestro muy ansiado desayuno. Llegó el profesor y llegó la hora de desayunar. Acompañados por una taza de café instantáneo de marca poco conocida y procedencia ecuatoriana, devoramos rápidamente un plátano y una palta cada uno. Luego a trabajar que la gente ya está esperando la atención médica.

Este vallecito eminentemente agrícola, está a una altitud menor de 1500 metros s.n.m. y el clima es delicioso. Hay sol todo el año y los pobladores están orgullosos de las frutas que producen aunque se trata de muy pequeña escala debido a los problemas que afrontan los minifundios. La pequeña propiedad rural se atomiza de generación en generación y la población se empobrece y envejece pues muchos jóvenes emigran buscando un futuro mejor. Nuestra labor por lo tanto es solo un paliativo ante la ausencia del estado é inacción del gobierno central y gobierno local.

A sólo 75 kilómetros de la Panamericana Norte, tan cerca pero …tan lejos, San Miguel de Malvas, en el departamento de Ancash, no logra solucionar sus problemas básicos ni siquiera con el apoyo del canon minero. Para ampliar su frontera agrícola, su escarpada geografía les presenta grandes retos para irrigar, crear minirepresas é invertir en riego tecnificado.

Las autoridades no demuestran capacidad en realizar proyectos de desarrollo pero si gastan enormes cantidades de concreto y fierro en una Plaza Mayor con pileta y en un Palacio Municipal desproporcionadamente grande para un pobre y pequeño pueblo con viviendas de adobe mientras su posta médica no tiene ni una aspirina y los sanitarios de su escuela están en estado lamentable.

Un pequeño gigante, el Dr. Dacio Maldonado, es solicitado predominantemente para tratamiento del dolor. La mayoría de los pacientes son agricultores son de edad avanzada y el esfuerzo de la siembra y la cosecha ya les produce dolores musculares en piernas, brazos y espalda.

Los odontólogos, tres mujeres y un hombre, atienden sin parar; curan caries, preparan dentaduras postizas y extraen piezas dentarias incurables. Noemí Canchari, Jessica de la Cruz y Norma Ochoa han formado un excelente equipo odontológico con Leo García, dentista genial capaz de reimplantar piezas dentales con total éxito, tras ser extraídas para curar sus caries en las zonas más inaccesibles. Tiene además una vitalidad a toda prueba y gran experiencia en este tipo de jornadas.

El oftalmólogo Alfredo Otero, creador del método é instrumentos para eliminar la obstrucción del conducto lacro-nasal, también diestro en estas lides, está siendo solicitado básicamente por gente mayor con problemas de visión de cerca –presbicia-, obstrucciones lacrimales y daños en los ojos por exceso de radiación ultravioleta del sol. Yo me encargo de atender las recetas de anteojos de medida y de protección contra rayos ultravioleta. Las carnosidades que producen este tipo de radiación solar en la zona son muy notorias y muy molestas por el continuo ardor, enrojecimiento y lagrimeo.

En todos los consultorios, la mayoría de los pacientes son adultos mayores. También hay algunas madres con niños pequeños pero la gente joven escasea pues emigra en busca de oportunidades mientras algunos ancianos insisten tercamente ante sus indolentes autoridades, que inviertan en irrigar muchas fértiles laderas jamás labradas como única forma de disminuir los efectos de la atomización de las pequeñas propiedades rurales.


Por la noche, después de cenar un delicioso picante de cuy, el profesor nos sorprendió con un recital de arpa mientras su esposa con su linda voz entonaba un amplio repertorio de huaynos. Los pobladores nos dieron alojamiento en sus casas y se esforzaron por darnos dentro de sus posibilidades, una cama limpia y abrigada.
El lunes 8 de Diciembre –Día de la Inmaculada Concepción- continuamos la atención durante la mañana y por la tarde emprendimos el retorno a Lima con una mescolanza de sentimientos. Por un lado la gran satisfacción de haber atendido todas las consultas solicitadas, y por otro, la sensación de impotencia al dejar una población con grandes dificultades para conseguir programas de desarrollo autosostenido. Solo nos queda el consuelo de los dulces gestos de la gente que nos hizo sentir su agradecimiento entregándonos bolsitas con frutas ó con su mejor pan de maíz.

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