lunes, 3 de agosto de 2009

Chaulisma, un pueblito con suerte











Está amaneciendo pero la luna aún permanece claramente visible mientras ascendemos por el valle del río Ica hacia los uno de los pequeños pueblos del sur de Huancavelica. El camino es delgado, de una sola vía , extremadamente sinuoso. Las peligrosas curvas ciegas que suben por altísimas laderas, obligan al chofer a tocar el claxon con suma frecuencia y avanzar con lentitud para no encontrarnos de nariz con otro vehículo en el estrecho camino de tierra. Lo sorprendente es lo bien afirmado y con excelente mantenimiento. No hay una sola piedra ni bache que nos haga saltar como es común en los pequeños caminos de las serranías del Perú y que destroza las suspensiones de los vehículos.
Nuestro destino es Chaulisma, un pueblito enclavado en la cima de uno de los contrafuertes que descienden hacia la costa desde el ramal occidental de la Cordillera de los Andes en las serranías del sur de Huancavelica, formando quebradas cuyos riachuelos confluyen para finalmente formar el río Ica que desemboca en el Océano Pacífico.
Al timón de una potente camioneta 4 x 4 de doble cabina está un diestro y conocedor piloto lugareño y detrás nos sigue una station wagen de las típicas que hacen taxi en todas las ciudades del Perú. En ambas camionetas estamos repartidos un equipo de médicos y yo decididos a realizar durante el fin de semana, una jornada de atención médica gratuita, convocados por uno de los médicos del grupo que nació y vivió su infancia en la zona. Sus parientes en Chaulisma y alrededores han organizado nuestro traslado, alojamiento y alimentación durante nuestra corta estadía. El chofer nos conversa pero el sueño nos vence.
Partimos desde Lima en bus el viernes por la noche, tras un día habitualmente atareado al que añadimos las tareas de preparación y embalaje de instrumentos y equipos. Salvo cortas dormitadas en el bus que nos lleva hasta Ica, nuestro último sueño reparador fue la noche del jueves. Llegamos a las dos de la madrugada tras cuatro horas de viaje y una vez organizado el trasbordo a los vehículos que nos llevarán hasta Chaulisma y mientras los promotores acomodaban la carga y reabastecían de combustible las camionetas, los viajeros nos fuimos caminando al mercado cercano a saborear un hirviente y suculento caldo de gallina que contrarreste el frío desértico de las noches iqueñas de invierno y que nos sostenga el resto del viaje -5 horas más- subiendo la cordillera.
Un especialista en Medicina General y Alternativa, cuatro especialistas en Odontología, un Otorrinolaringólogo, un Oftalmólogo y este cronista especialista en Optica Oftálmica, llegamos premunidos de instrumentos, equipos portátiles, una compresora para equipo dental y un adecuado surtido de medicinas y lentes. El cansancio y el aire enrarecido por la altitud –al menos 3500 m.s.n.m.- nos invitan a una siesta matinal antes de iniciar el trabajo, pero la adrenalina que nos genera la expectativa de la población ante nuestra llegada y el buen café de bienvenida acompañado de queso, habas sancochadas y maíz tostado logran reanimarnos y ponernos de inmediato en acción.
A la sorpresa de encontrar un camino bien mantenido se sumó una más. Junto al clásico centro de salud estatal de los pueblitos peruanos, de gruesas paredes de adobe y techo de tejas ó calamina encontramos una construcción moderna, de material noble, ventanas de vidrio, pisos cerámicos, luces fluorescentes y baños con sanitarios y griferías de buena calidad. Es el edificio del nuevo centro de salud, perfectamente pintado y limpio pero aún vacío; sin mobiliario ni equipos. Su inauguración está prevista para el martes –dos días después del final de nuestra jornada- pero podría servirnos para atender este fin de semana a la población con nuestros equipos, en vez de las pequeños, oscuros y atiborrados ambientes de la antigua posta médica de Chaulisma.
Pero ¿Cómo es que un pequeño poblado cuya población subsiste de las pequeñas actividades agropecuarias que su complicada geografía le permite, puede darse el lujo de tener una pista bien mantenida y un moderno centro médico pronto a inaugurarse? Si los escasos terrenos agrícolas entre los empinados cerros se riegan con agua de lluvia, si los animales beben de pequeños y escasos manantiales ó puquios que brotan de algunos cerros, si no existe un solo baño en el pueblo con excepción del nuevo centro médico, si no hay actividad minera importante en la zona, está claro que su actividad económica no puede sustentar una inversión de esa magnitud ¿Quién mantiene la carretera y financia la moderna construcción?
No hay duda que Chaulisma es un pueblito con suerte. Las enormes tuberías que traen el gas natural desde la localidad cuzqueña de Camisea pasan muy cerca de Chaulisma y su antiguo camino se ha convertido en una necesaria vía de penetración para la construcción y mantenimiento del importante gasoducto. La empresa transportadora del gas le ha dado a Chaulisma una ventaja que no debe desperdiciar. El buen estado de su vía de comunicación cuyo costo no podría ser cubierto con su escasa producción, ahora le facilita el comercio de insumos y productos agropecuarios aumentando la velocidad de abastecimiento y disminuyendo las mermas. Chaulisma es un pueblito con tanta suerte que la empresa del gas le ha donado un moderno local para su centro médico que al momento de escribir esta nota, está siendo inaugurado y esperemos que pronto esté bien equipado.
Con la promesa de no ensuciar las paredes y devolver el local en perfecto estado, convencimos al encargado de su mantenimiento que nos permita atender a la población en sus grandes, limpios y bien iluminados ambientes en lo que sería una pre-inauguración muy efectiva con varios especialistas nunca antes reunidos en esta comunidad. La escuela nos prestó mesas y sillas é iniciamos la atención de decenas de casos de problemas respiratorios, alérgicos y auditivos; gastritis y otros problemas digestivos; tratamiento del dolor por lumbalgias, torceduras y artritis; problemas visuales é infecciones oculares, curaciones, extracciones dentales y prótesis dentales.
Llegó la noche. Parecía que la hora de descansar llegaría al fin pero no fue así. Esta noche somos los invitados de honor a una novena en la iglesia del pueblo. El parroquiano que dirige la novena llegó con el cuello bien abrigado envuelto por una larga chalina. Apenas subió al altar, desenroscó la chalina, la convirtió en estola y empezó con el rosario. A duras penas y fotografiando pintorescas escenas cumplimos con los rezos y al despedirnos cordialmente para ir a dormir nos sirvieron un tradicional ponche en base a aguardiente de caña que se brinda luego de las actividades religiosas y que nos cayó excelente para combatir el frío serrano.
La vivienda donde estaremos alojados se ubica frente a la plaza y junto a la iglesia en el punto más alto de la ciudad. Es fría. El aire helado se cuela entre la pared y las tejas del techo; los murciélagos también ingresan por ahí y algunas avecillas anidan en las cavidades. No hay interruptor para apagar el foco de luz; hay que desenroscarlo un poco para que no haga contacto. El foco estaba tan caliente y yo con tanto sueño que dejé la luz prendida. Puse una frazada debajo de mi bolsa de dormir y otra encima. Me puse un pijama de polar y… empezaron los cohetes, bombardas y fuegos artificiales que en medio del estruendo iluminaron el cielo de Chaulisma hasta la medianoche.
El aleteo de un murciélago atrapando los insectos que atraía la luz de mi dormitorio retardó un poco mi sueño. Revoloteaba alrededor del foco y luego se colgaba de una vigueta del techo a lamer los insectos que se pegaban en sus alas. Lo vigilé un rato pero finalmente el cansancio me hizo ignorarlo y me dormí. Antes de las cinco de la mañana un fuerte aleteo sobre mi cabeza me despertó pero esta vez no era el murciélago sino un pajarito que atraído por la luz del foco ingresó a la habitación por uno de los múltiples agujeros entre las tejas y como el exterior aún estaba oscuro, no pudo encontrar la salida. Aleteó por todos lados hasta despertarme por completo. Solo cuando amaneció, la avecilla pudo guiarse por la luz exterior y salir por uno de los agujeros más grandes y logré dormir un rato más hasta que nos llamaron a desayunar.El domingo la posta lucía llena de pacientes y tuvimos que acelerar la atención para cumplir con todos. A la una y media de la tarde culminamos la atención y cargamos los equipos en las camionetas para recorrer de día la parte más peligrosa del camino, pero habría una sorpresa más… en una casa situada a la salida del pueblo encontramos a nuestros anfitriones desenterrando de entre unas piedras calientes una riquísima pachamanca de cordero, yuca, habas y diversas variedades de papa acompañada con un buen queso y excelente pisco puro de Ica. No nos importó llegar a Lima a la medianoche porque definitivamente este magnífico buffet cordillerano fue un cierre de jornada con broche de oro.