domingo, 12 de abril de 2009

San Benito. Jornada Relámpago. 24 de Julio del 2006




Subiendo por el valle del río Chicama cerca de Trujillo, después de atravesar la Hacienda Casagrande, hemos cruzado y dejado atrás dos ramales cordilleranos y la camioneta pick-up de doble cabina empieza a descender por un estrecho y sinuoso camino hacia un pequeño valle situado en el límite sur de la provincia cajamarquina de Contumazá con la provincia de Trujillo en La Libertad. Esta es la época mas seca de la sierra y el verde está ausente en los cerros cuyo color varía contínuamente desde un gris a un rojizo. De pronto entre estos tonos predominantes aparece un cerro con acantilados blanquecinos que anuncian las minas de cal de esa zona.

El paisaje es semidesértico, rocoso y repleto de cactus. Después de pasar la cordillera y a medida que bajamos hacia el vallecito interandino del río San Benito, afluente del Chicama, el clima se va tornando mas cálido. Apenas empezamos a ingresar al valle, encontramos un pequeño caserío de adobe, una iglesia a medio construir, varios perros vagando libremente y un sinfín de algarrobos que le dan el nombre al lugar: El Algarrobal cuyos bien alimentados cabritos son muy cotizados por el sabor de su carne. Los cactus, los rebaños de cabras y algunos burros bajo los algarrobos me recuerdan el paisaje piurano del valle del río Quiroz, entre Sullana y la La Tina en la frontera con Ecuador.

Sobre la pendiente de uno de los cerros divisamos el pueblo de San Benito apenas a 1100 m.s.n.m. Tiene solo dos calles largas paralelas, la de entrada en subida que llega hasta la plaza y la de salida en bajada, con cuatro ó cinco pequeñas transversales y un aspecto muy apacible y acogedor lo cual fué permanentemente confirmado por la cordialidad de su población, que no alcanza los tres mil habitantes. Viaja conmigo el Dr. Luis Arévalo, oftalmólogo, con quien partimos un día antes desde Lima y el Dr. Alva, ginecólogo, nacido en San Benito. Acudimos al llamado del alcalde para participar durante el fin de semana en una jornada médica de acción social a la que se unirán varios médicos más entre pediatras, odontólogos, cardiólogos y clínicos generales.


La camioneta pick-up de doble cabina que nos recogió en Trujillo a las 8 de la mañana, se detuvo frente a la casa del alcalde de San Benito. Nos esperaba con el plato especial del lugar, un suculento seco de cabrito con frejoles, yuca sancochada y salsa de rocoto. De inmediato -aunque el almuerzo y el gran trajín del viaje invitaban a una siesta- empezamos la jornada sabatina en el Centro de Salud y que se prolongó hasta las ocho de la noche. y solo la adrenalina nos mantuvo de pié. Es que para llegar hasta aquí, trabajamos todo el día viernes sin parar alistando los equipos, medicinas y lentes para el viaje de esa noche a las 10. Viajamos durante diez horas hasta Trujillo en un trayecto que los buses recorren normalmente en ocho pero que se prolongó por causa de la lluvia y de unos policías corruptos que se apostaron en el peaje de Huarmey a pasar el sombrero y agenciarse su gratificación por Fiestas Patrias ocasionando una fila descomunal de ómnibus.

Con todo este trajín, después de cenar dimos una vuelta por el pueblo y caímos como troncos. Dormí de corrido hasta las 7 de la mañana sin escuchar ni el canto de los gallos ni los rebuznos de los burros, despertadores naturales de las zonas rurales.



La posta médica que normalmente cuenta con dos enfermeras y ocasionalmente con un joven médico cumpliendo su servicio obligatorio al estado para graduarse(SERUM). ha sido invadido por médicos especialistas y la población ha acudido en masa. El local es amplio, con sala de espera y seis ambientes. Para contar con un consultorio más, hemos trasladado temporalmente la Farmacia a una carpa frente a la posta. El amplio local, con sala de espera y seis ambientes

Hasta el momento en que llegamos a San Benito, ni el Dr. Arévalo ni yo teníamos la información exacta de la ubicación del pueblo, ni de su tamaño, población y clima. Solo sabíamos que subiríamos a la sierra a la altura de Trujillo, así que vinimos con ropa bien abrigada pero nos dimos con la sorpresa de un clima tan benigno que durante el día nos mantuvimos en mangas de camisa y solo al anochecer, después del trabajo, nos pusimos una casaca encima. Las chompas de lana se quedaron en el maletín. Mi pijama de polar fue demasiado calurosa a pesar de dormir con la ventana totalmente abierta. Gracias a su buen clima, San Benito produce uvas de mesa de primera calidad y todo tipo de hortalizas y legumbres. Su pueblo cuenta con un jardín de infantes y guardería que facilita a los padres reintegrarse al trabajo. Me sorprendió encontrar un Centro de Recuperación para enfermos y ancianos, con áreas verdes y piscina. Los pobladores saben del turismo ecológico y de los amantes de la naturaleza y para acogerlos, están terminando de construir un hotel en la plaza.


Como era nuestra primera visita y no teníamos idea de la demanda por consultas médicas, nos quedamos tan cortos que el alcalde ya está planificando una segunda jornada. Los odontólogos vieron con sorpresa como se agotaba la enorme cantidad de cargas de anestesia y la cola para tratamiento dental y extracciones continuaba. Mientras el oftalmólogo examinaba, recetaba y operaba, yo medía la vista y los lentes salían uno tras otro hasta agotarse. El pediatra, con una paciencia oriental, atendía sin parar a una interminable cola de niños mientras que en la calle, junto al Centro de Salud, tres auxiliares impartían nociones elementales de higiene y efectuaban lavado y corte de pelo.

Al atardecer del domingo, el oftalmólogo estaba realizando una cirugía para corregir una malformación de párpado llamada Entropión, que dirige las pestañas contra el ojo, produciendo irritación y dolor constante. La luz natural disminuía y la iluminación artificial resultó insuficiente para ver con claridad el fino y transparente hilo de sutura. Mientras yo alumbraba de cerca con mi pequeña linterna de mano, una joven auxiliar con excelente vista ayudaba al médico a hacer lo nudos y terminar la operación.

Sin embargo, las sonrisas de los agradecidos pacientes no eran suficientes para contrarrestar el sentimiento de frustración por los casos imposibles de tratar ú operar en condiciones tan desventajosas. Una señora de 75 años que luego de pasar consulta y recibir sus medicinas para una artritis avanzada que la obligaba caminar con andador, se presentó para consulta oftalmológica por baja visión a la hora del cierre de la campaña. Una carnosidad –Pterigión- le cubría la córnea de uno de los ojos hasta la zona de la pupila. La única solución era la quirúrgica pero su estado de salud, su alergia a la penicilina y lo laborioso de este tipo de cirugías que demanda una hora de trabajo con buena iluminación y control médico post-operatorio durante tres días, hicieron imposible su intervención hasta la próxima campaña. Mostrándose muy comprensiva y sin perder su sonrisa, agradeció y manifestó que para la siguiente jornada médica se presentará a la primera hora del primer día.
Nos disponíamos a partir de regreso a Trujillo el domingo a las 6 de la tarde cuando una pobladora me pasó por la ventana de la camioneta una bolsa de delicioso pan serrano horneado a leña. Dos horas y media después estábamos en la Plaza Mayor de Trujillo haciendo tiempo para tomar el bus de las 10 de la noche que nos hizo amanecer en Lima. El lunes a las 7:30 de la mañana estaba en casa disfrutando con mi familia un desayuno con pan serrano, con el cuerpo algo cansado pero el espíritu totalmente renovado.

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