domingo, 12 de abril de 2009

DEL OCÉANO AL PARAÍSO 05-Dic-2004


Todo parece encajar perfectamente. El viernes 26 de Noviembre se da la partida de la última regata nocturna del año a las 8 de la noche y debemos llegar el sábado después de cubrir el recorrido de 110 millas náuticas entre La Punta-Islote Pelado en Huacho-Islas Hormigas de Afuera-La Punta.. El equipo médico de acción social con el que colaboro sale para Santo Tomás de Cutervo en Cajamarca el sábado 27 a las 7:30 pm. Espero llegar a tiempo el sábado. El tiempo a utilizarse depende de la fuerza del viento. Con vientos moderados, como es común en nuestra costa, son cerca de 24 horas navegando sin parar. Si la dirección y velocidad del viento ayudan podré partir en el mismo bus que la delegación el sábado por la noche. Si la calma del amanecer es muy prolongada ó los vientos son muy débiles, tendré que tomar un ómnibus de ruta a la hora que llegue a Lima y darles el alcance.

Algunos de nuestros compañeros de tripulación trabajan mañana por la mañana y no pueden competir esta vez. Estábamos comentando que para una regata tan larga se necesita mas gente para cubrir los turnos cuando nos enteramos que el velero RAVIN de Alec Hugues no podrá estar en la partida y tres de sus tripulantes aceptaron reforzarnos. Todo va saliendo a pedir de boca pues son jóvenes, fuertes y tienen experiencia.

Con el viento en popa partimos en el Counterpoint capitaneado por Eduardo –Tato- Heinrich, en tercera posición en nuestra categoría de veleros cruceros con antigüedad entre 10 y 20 años desde su construcción. Es un suave viento del sur, pero con fuerza suficiente para inflar nuestro spinaker. Al pasar frente al aeropuerto Jorge Chávez del Callao recuperamos una posición y antes de llegar a la refinería de La Pampilla ya ocupamos el primer lugar. Delante nuestro solo van tres veleros de la categoría máxima con menos de 10 años de construidos. Antes de pasar frente a las playas de Ventanilla superamos a uno de ellos, el Pisco Puro, un moderno velero racer capitaneado por Alfredo Gordillo. Los otros dos, los más veloces de la flota nacional y con diseño de casco y velas de última generación, el Papirus de Alfonso Bringas y el Hawk de Javier “Pachín” Arribas, se mantienen adelante y se van alejando.

Somos ocho tripulantes y nos vamos turnando el timón y las velas cada dos ó tres horas durante la noche. Estamos muy concentrados en la brújula y en la veleta para no perder el rumbo y mantener bien infladas nuestras velas. El éxito depende de ello pues navegamos totalmente a oscuras y sin puntos de referencia. Navegar bien la primera noche mientras nuestros competidores cabecean y pierden el rumbo, pueden darnos el triunfo. A la medianoche pasamos frente a la Isla Grande de Ancón y seguimos en la punta. Los demás veleros de nuestra categoría se van quedando atrás. El Mai Hai de Boris Larco y el Giraldillo de José Abadía hacen lo posible por seguir nuestro ritmo pero el Counterpoint es más veloz. Al amanecer estamos frente al Islote Pelado; el viento ha disminuído bastante y el oleaje nos bambolea hasta las náuseas pero hemos sacado una buena ventaja. Mi escaso desayuno de cuatro galletas, una mandarina y unos sorbos de Gatorade terminaron devueltos en el mar por el mareo. Tras bordear este islote repleto de aves guaneras frente a las costas de Huacho, nos dirigimos hacia el oeste con rumbo a las Islas Hormigas de Afuera, ciñendo, casi contra el viento. Con el viento en la cara y el velero muy estable, me siento mucho mejor. Se me pasó el mareo.

Los vientos siguieron soplando moderadamente con algunos cambios de intensidad y de rumbo y felizmente, la acostumbrada calma del amanecer nunca sucedió. La ceñida es el rumbo donde mejor se comporta nuestra nave y es en esta etapa en que nos adelantamos hasta perder de vista a nuestros perseguidores. Llegamos a las Islas Hormigas después del medio día y ni con largavistas podemos divisar a los veleros que vienen detrás. Nos falta el último tramo tratamos de enrumbar hacia el Callao pero el viento disminuye y cambia mucho de rumbo obligándonos a virar continuamente y recorrer mucho mayor distancia. Hay zonas de calma a nuestro alrededor y tratamos de mantenernos dentro de las pocas ráfagas.

Las horas pasan y ya está cayendo el sol mientras navegamos muy lentamente tratando de acercarnos a la Isla de San Lorenzo cuando timbra mi celular. Es Mauricio Vásquez, un joven técnico dental aplicado y progresista, oriundo de Santo Tomás de Cutervo. Por gestión de su familia y con ayuda de la Municipalidad de su pueblo, su posta médica recibirá esta semana la visita y el apoyo gratuito de médicos especialistas; dos Odontólogos y dos técnicos dentales –expertos en elaborar dentaduras postizas-, un Gineco-Pediatra, un Oftalmólogo y el autor de esta nota, Óptico-optometrista. Mauricio quiere saber si llegaré a tiempo a la estación del bus para partir todos juntos pero el panorama es desalentador. El viento no asoma. A este ritmo, en vez de llegar a las 6 de la tarde, es posible que lleguemos a la medianoche. Mientras el grupo de médicos parte hacia Jaén y Santo Tomás de Cutervo, Cajamarca, Mauricio,solidariamente, decide quedarse en Lima esperando mi llegada para acompañarme pues el conoce perfectamente la ruta. Recogeré mi equipo, una maleta repleta de gafas, armazones y lentes de medida, mi maletín de mano y en la madrugada tomaremos el primer bus que salga hacia el norte.


Son casi las 11 de la noche y estamos en la bahía del Callao. El viento sigue cambiando de dirección y retardando nuestra llegada. Yo sigo en el océano cuando debía estar camino a las nubes de la cordillera de Cajamarca. Una milla antes de cruzar la meta, avisamos a la caseta del Club para que registre nuestra hora de llegada , 11 de la noche en punto.

Guardamos las velas, desembarcamos rápidamente y aún no aparece en el horizonte la luz del mástil de ningún velero de nuestra categoría. Esperamos haberles sacado suficiente ventaja para campeonar. Debo recoger mi maleta en Miraflores é ir a la estación de la Panamericana norte. Felizmente mi auto está en la puerta del Yatch Club de La Punta y hay poco tráfico. Llegué velozmente a casa, un beso a Marinés, un duchazo rápido, un suave pollito con arroz, una revisión de mi equipaje a vuelo de pájaro y salgo rápidamente hacia el terminal informal de Fiori. Felizmente mi hijo Roberto me ha traído hasta el paradero. Son las 2 de la madrugada del domingo y hay solo un bus para Chimbote. Partirá cuando el chofer crea que hay suficientes pasajeros. Estoy agotado pero no puedo sentarme a dormir mientras llenan el bus por temor a que se roben mi material de trabajo pues estamos en medio de la calle. Son la 3:30 de la madrugada y ¡¡Por fin partió!!. Apenas me senté quedé profundamente dormido –noqueado diría yo- y Mauricio me tuvo que despertar en Chimbote para hacer trasbordo para Trujillo. Que bien me cayeron 5 horas de sueño después de dos malas noches.

A estas horas de la mañana no hay buses para Jaén, ni siquiera para Chiclayo. Abordamos uno para Trujillo que tiene los asientos más juntos; parece una combi urbana. Mis piernas no entran y chocan con el asiento de adelante.. Al mediodía recién estamos en Virú, cerca de Trujillo. Llegué con dolor en las rodillas. El grupo de médicos ya está en Jaén, me consultan por teléfono celular si nos esperan y les recomendamos que partan por delante pues no conseguimos bus directo. En Trujillo tomaremos otro bus para llegar a Chiclayo y desde allí partiremos hacia Jaén en lo que encontremos.

En el terminal de Trujillo mientras esperamos el bus de las 2 pm a Chiclayo almorzamos el más típico de los platos norteños, un delicioso seco de cabrito con arroz, yuca sancochada y frejoles. Partimos puntualmente y a las 4 pm. ya estamos en el terminal de Chiclayo pero los buses para Jaén parten en la noche y los pasajes están agotados. Una camionetita Toyota Station Wagon nos ofrece llevarnos por 30 soles cada uno y partirá cuando complete 5 pasajeros. Ya pasaron dos horas y no se llena. Estaba tentado a pagar los cinco pasajes y partir ¡ya! cuando nos avisaron que Transportes CIVA pondrá un bus extra a las 8 pm para Bagua y aunque no entrará a Jaén, nos dejará 17 kms antes en el cruce de Chamaya. Sin pensarlo dos veces compramos los pasajes. Serán 6 horas de viaje si no hay contratiempos y hay que estar preparados así que nos sentamos en una cabañita vecina a la estación a tomarnos un sabroso caldo de gallina con una buena presa. Es un bus viejito de reserva, fabricado sobre la carrocería de un camión Volvo, se inclina mucho en cada curva y los engranajes de la corona zumban cuando acelera pero el chofer es un experto y en poco rato le tomé confianza.

Llegamos a Olmos y solo recuerdo sentir un brazo mojado. Llovía a cántaros, la ventana no sellaba bien, la cortina se mojaba y el agua caía sobre mi brazo. Me arrimé hacia el otro lado del asiento y me dormí profundamente. Cuando Mauricio me despertó yo no sabía donde estaba. Suele suceder cuando uno despierta cada noche en un lugar distinto. El viernes amanecí en mi cama, el sábado en el velero flotando cerca de Huacho, el domingo en la terminal de buses de Chimbote y el lunes en un cruce cordillerano de Chamaya cerca de Jaén. Abrí los ojos a duras penas. El reloj marcaba las 4 de la madrugada del lunes. Bajé tambaleándome a reclamar mi equipaje. He dormido 6 horas seguidas. Parado a oscuras con las maletas en la mano al borde de la carretera, recién desperté completamente. Nos sentamos en la pequeña plazuela triangular del cruce de caminos a esperar quien nos lleve a Jaén pero los buses pasan repletos. Quince minutos después apareció un taxi y por 3 soles cada uno nos llevó velozmente hasta la estación de microbuses para Santo Tomás en Jaén. La estación recién abrirá a las 5 am y la zona es algo peligrosa por la cercanía con bares y chicherías. Subimos el equipaje a un mototaxi y nos fuimos a la Plaza Mayor para hacer tiempo. Es una plaza grande, limpia y bien iluminada. En una esquina hay una gran farmacia abierta las 24 horas y en otra, un banco con cajero automático. Todavía estamos en la civilización.

Unos minutos después el mismo mototaxista nos avisó que la estación ya estaba abierta y nos llevó para allá. En el registro de pasajeros de ayer figura que nuestros compañeros de equipo viajaron ayer a las 4 pm. y estimamos que llegaron a las 9 de la noche y recién empezaran las consultas médicas hoy a las 9 am. Compramos los pasajes en el primer turno que parte a las 6 am. Son escasos 90 kms. pero el viaje tarda 5 horas de subir y bajar las montañas que separan Jaén de la selva del río Marañón. Todas las combis son 4 x 4. Mejor así porque la ruta es angosta de tierra arcillosa y ahora que está lloviendo muy seguido, se vuelve muy resbalosa y con huellas profundas en el fango. Los galleros que van a la feria llevan sus gallos de pelea dentro de la camioneta en maletines especiales de compartimientos paralelos con cierre y malla para ventilación. Al pasar de un valle al siguiente, las cumbres están por encima de las nubes y los precipicios son impresionantes, las montañas son completamente verdes. Todo el paisaje es de gran belleza pero sus caminos son sumamente peligrosos.

A medida que penetramos en la selva, aparecen los helechos gigantescos y las orquídeas colgando de las ramas de los árboles. Solo hay tres combis por día y mucha gente hace el recorrido a pié, algunos a lomo de bestia y los menos en motocicleta. Los choferes se detienen en cada finca y caserío intercambiando pasajeros y a modo de modernos chasquis van trasmitiendo oralmente los recados y respondiendo consultas en toda la ruta y son muy solidarios con otros vehículos. Pueden detenerse varios minutos para ayudar con sus herramientas a reparar una moto o desatollar otro vehículo sin la menor queja ó apuro de los pasajeros.
-“Chato” –es el apodo del chofer- ¿has visto a mi papá?
- Está en Jaén. Dice que recién vendrá el jueves.

-“Chato” ¿mi mujer compró la marrana?
-Viene en la camioneta grande. Aquí no cabía.

-“Chato” ¿tienes inflador?...y el chato ayuda a inflar un neumático.


En un pequeño caserío por encima de las nubes nos detuvimos a las 9 am a desayunar el típico caldo de gallina y tallarines con pollo y dos horas después llegamos a Santo Tomás que se encuentra exactamente en LA PUNTA DEL CERRO. La plaza está en la parte mas alta del pueblo y destaca nítidamente la bien pintada torre de su iglesia. Antes de ingresar nos detuvieron las rondas campesinas para verificar que los comerciantes que llegan cumplan con pagar el alquiler de su puesto en la feria. Ya identificados, nos dejaron pasar y llevaron nuestro equipaje hasta la posta médica donde dos horas antes se había iniciado la atención y los pobladores esperaban pacientemente su turno viendo televisión en la sala de espera. Mauricio y yo nos integramos al trabajo de inmediato dejando la ducha y el descanso para la hora de almuerzo.

Las fiestas patronales de la ciudad son en honor a Santo Tomás de Aquino y la Virgen de las Mercedes y tanto la calle principal como la plaza se llenan una vez al año de puestos comerciales con todo tipo de mercadería y comidas. La fecha es propicia para nuestra campaña médica pues los habitantes de los poblados vecinos acuden en masa a la feria.


Mientras los jóvenes dentistas curaban y extraían dientes y los técnicos dentales hacían moldes para dentaduras postizas, el Dr. Javier Otero atendía señoras y niños, su hermano Alfredo curaba ojos y párpados y yo medía la vista y ponía lentes . Por la radio se comunicaba a los pobladores el inicio de la atención y cada paciente atendido hacía correr la noticia. La noche del lunes por fin dormí en una cama en hotelito del pueblo. Al segundo día, la demanda de tickets de atención en la municipalidad superó la capacidad de los médicos y hubo que ampliar el horario. La señora encargada de nuestra alimentación tuvo que calentar el almuerzo varias veces porque nos era imposible dejar de atender a gente que recorría a pié varias horas de camino desde sus comunidades y caseríos para atenderse.

Fue muy gratificante para nosotros ver las caras agradecidas y felices de la gente. Unos estrenaban nueva sonrisa reponiendo dientes faltantes; señoras que con sus nuevos lentes recuperaban su capacidad de enhebrar el hilo en la aguja y adultos mayores que podían leer nuevamente; niños desparasitados; orzuelos y chalazions curados, párpados reconstruidos, parturientas recibiendo consejos, dolores de muelas calmados, ojos desinflamados y protegidos contra el sol y la radiación. Los comentarios en el pueblo eran tan halagadores que no dejaron pasar la oportunidad de atenderse los regidores, los policías, las enfermeras, el laboratorista y hasta el cura.

Un anciano con fuertes espasmos de los nervios faciales del pómulo izquierdo, no podía controlar los movimientos de su boca ni el ojo de ese lado, dificultándole seriamente hablar, comer y mirar. Llevaba varios meses de sufrimiento y sin posibilidad económica de acudir a un hospital, como la mayoría de sus vecinos que nunca han salido de provincia. Esa misma tarde, después del tratamiento el anciano dejaba la posta médica habiendo cambiado las incómodas contracciones por una radiante sonrisa.
Cada noche, después de cenar compartimos con la población las celebraciones patronales, asistiendo a la plaza, participando en diversos juegos, escuchando la banda de música y observando los globos aerostáticos, los castillos y fuegos artificiales y cada mañana al amanecer fuimos despertados por los camaretazos y cohetes celebratorios. Nuestro trabajo terminó la noche del jueves 02 de Diciembre con una emotiva despedida del personal de la posta y del municipio. Previamente, los parientes de Mauricio nos habían invitado un almuerzo campesino en su finca cercana. El viernes de madrugada emprendimos el retorno en combi 4 x 4 hasta Jaén y en bus hasta a Lima. Este bus empezó a fallar cerca de Chancay -con los filtros obstruidos por las impurezas del petróleo- y se terminó de malograr en Lima cerca de la Universidad Cayetano Heredia sin embargo el sábado cada uno pudo almorzar con su familia en Lima y dormir una reparadora siesta.

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